Ultimas Noticias

Creyeron que sin la gente era posible

Por Lic. Lisa Jara y Lic Julio Gómez
Consultores políticos y comunicadores sociales

“No se puede sin la gente adentro”, había asegurado hace un tiempo atrás Máximo Kirchner al referirse al gobierno de Mauricio Macri y sus políticas de estado ¿Es una perfecta síntesis de cómo se concibió en estos últimos años la relación entre los argentinos y la “nueva política” de Cambiemos?

En Argentina cada gobierno imprime su propia impronta, un ejercicio que tiene un nuevo comienzo cada vez que un primer mandatario abandona la Casa Rosada y lo reemplaza otro con sus particularidades no solo en las políticas de gobierno, sino también en las formas de comunicación, de relacionamiento con el pueblo.

Es una constante que se viene repitiendo período tras período presidencial en la Argentina. Alfonsín estabilizó la transición democrática, Menem impulsó el mercado interno y las privatizaciones, De la Rúa dejó el poder de manera ignominiosa, Duhalde y Kirchner recompusieron la economía y recuperaron el sentido de la política. Y Cristina avanzó en la conquista de derechos sociales.

¿Y Macri? Si por medio de rupturas los anteriores primeros mandatarios lograron hacer ver y valorizar hacia el futuro su paso por el poder, ¿cómo es la situación actual? ¿Qué herencia dejará a la posteridad Cambiemos y su nueva política?

Lo llamativo en el gobierno de la alianza Cambiemos –UCR, PRO, ARI– en su planteo de discontinuidad es la presentación en tono de sorpresa con que se muestra a su gobierno: hablan de “la nueva política”. Y lo repiten luego los periodistas, se lee en las páginas de los diarios y en zócalos de la televisión.

A su gobierno lo califican, valiéndose de un permiso dialéctico cargado de narcicismo, como el primer proyecto político que no recurre a la política para hacer política, un juego de palabras que necesita ser leído varias veces para entenderlo y que es muy pronunciado en los medios de comunicación. Hasta existe bibliografía específica al respecto.

Jaime Durán Barba es el abanderado, al menos en este país, de la nueva política. Es calificado como el “consultor estrella” de la política argentina y ha escrito varios libros en los que desarrolla su tesis principal de la nueva política al servicio de “una mayor democratización” de los sistema políticos actuales.

Según sus investigaciones, pasamos de una política que se hacía de forma física a una donde prevalece el contacto virtual entre los políticos y las personas. La política en estos días de Smart TV y celulares, se ha hecho mediática. Sus encuestas detectan un rechazo masivo a los ritos de la política.

Hasta ahora, este esfuerzo que vienen realizando significó modificaciones en varios sentidos. Desde plantear una nueva lógica en las relaciones, lo que determina un abandono de la movilización social con ausencia en casos de multitud de personas en los actos de Gobierno y encuentros de tipo partidario.

Aunque lo más destacado y también festejado tanto por el círculo rojo de la política como por variados sectores de la sociedad que están un poco más lejos de ella, sea la incorporación de nuevos territorios, como las redes sociales, antes subvalorados en la comunicación del gobierno.

Pero, ¿y los resultados de esta forma de hacer política? Si hacemos una radiografía sabremos enseguida que la gestión quedó subsumida al estilo de comunicación del Gobierno, mientras que la valoración de las políticas públicas y su discusión pasaron retraídos forzosamente a un segundo plano.

Están a la vista esos resultados: tarifazos, despidos, la justicia en primer plano, las altas tasas de interés, el dólar que se dispara, degradamiento de ministerios, desfinanciamiento de programas de gobierno, el privilegio a la timba financiera, la economía que no repunta.

Los números de las PASO del 11 de agosto aparecieron para ser más que elocuentes: hacer política con un desfasaje del sentir popular, de las preocupaciones del día a día que viven las personas y centrarse solamente en la comunicación y en “que dirá el mercado”, no permite cosechar sus buenos frutos.