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Dia de la Memoria: Testimonio de la hija de una víctima del terrorismo de Estado

En primer lugar quiero agradecer al Sr Gobernador por mantener viva la memoria, ofreciéndonos este espacio para dar testimonio acerca de lo que vivimos como familia, durante la última dictadura civico –militar, en la que mi padre por formar parte de un gremio, fue detenido.

Y destaco esto porque lamentablemente tenemos un gobierno nacional NEGACIONISTA, recordemos que se trató de eliminar esta fecha de la lista de feriados, siendo que es una fecha para recordar lo que no debe volver a pasar. Y PUSIERON en duda la cantidad de desaparecidos, es lamentable reducir la dimensión de la tragedia argentina a un problema contable.

Aquellos que cuestionan la cantidad, les propongo que nos ayuden a encontrarlos, así podemos dar una cifra mas acertada y, saldamos una deuda que tenemos con los familiares que siguen con la esperanza y el deseo de encontrarlos.

Mi padre, Adriano Acosta, mas conocido como Pelado, fue detenido o mejor dicho secuestrado (ya que desde ese momento no supimos de él) por hombres del ejercito vestidos de civil en su lugar de trabajo el Poder Judicial el 5 de agosto de 1976, y por ironias de la vida, a pesar de ser detenido a la vista de sus compañeros, quedo cesante por inasistencias.

Desde ese momento nuestra vida cambio, fueron tiempos de angustia, desesperación e incertidumbre. Angustia porque no sabíamos donde estaba, mi madre tuvo que peregrinar para averiguar su paradero por seccionales de policía, bomberos, hospitales, recibiendo en cada lugar la misma respuesta “no hay nadie con dicho nombre”.

Fueron días de una verdadera pesadilla, mi hermano con sus 6 años recién cumplidos, y yo que ese momento tenía 3 percibíamos lo que estaba sucediendo, aunque no entendíamos, aún recuerdo cuando se acercaban a mi casa en horas de la noche para hostigarnos, para que tengamos miedo, rasgando la tela mosquera de las ventanas de las habitaciones, o dando algún tipo de señal que estuvieron ahí.

Mientras tanto mi padre, se encontraba en cautiverio, vendado y maniatado, alojado en el destacamento policial del barrio san Antonio, conocido actualmente como “la Escuelita”, llamado asi , no porque estaban en un lugar de techos azules, recibiendo comida, educación y amor, sino porque al estar vendados no tenían noción temporal y el sonido de las campanas de una escuela cercana, les ayudaba a ubicarse en el tiempo, el murmullo de los alumnos y la primer campana indicada un nuevo dia, habían sobrevivido un día mas, y hablo de sobrevivir porque allí fue sometido a las peores torturas físicas y psicológicas: picana eléctrica, golpe de puños y patadas en diferentes partes del cuerpo, sobre todo en las zonas más sensibles, lo colgaron atado de pies y manos y lo usaron como bolsa de boxeo, además que causarles quemaduras, fracturas y otro tipo de torturas que por su crueldad prefiero no mencionar. Ni agua les daban, mucho menos comida.

La sociedad toda vivía un ambiente de temor. Se hablaba de torturas, fusilamiento, personas desaparecidas, allanamientos a los lugares de trabajo, ruidos de aviones, especialmente en el horario nocturno, donde se murmuraba que los llevaban a otro destino para “licuarlos” que significaba hacerlo desaparecer.

Casi al mes del secuestro de mi padre, mi mamá logra localizarlo, lo habían llevado al regimiento de infantería de monte 29. Permaneció en ese lugar unos pocos días y luego, fue alojado en la cárcel de Formosa, donde por fin logra verlo, estaba irreconocible, con unos 20 kilos menos y muy desmejorado. Posteriormente fue llevado a la cárcel de La Plata, Coronda Santa Fe y Chaco. El traslado de los detenidos también formaba parte de este plan siniestro y sistemático, en las que muchas veces no llegaban a destino.

Mi madre, aun no olvida, a pesar de los años transcurridos esos momentos difíciles cuando iba a visitarlo, aún recuerda el rostro de mi padre cuando a través del vidrio de la cárcel le preguntaba que noticias tenía, sin saber ella, que respuesta darle porque imperaba “el secreto militar de los procedimientos”.

Aún recuerda los rostros de las esposas y de las madres de los detenidos que viajaban con ella y que al subir al colectivo con destino a Formosa, se abrazaban en un mar de llanto, tratando de contenerse unas a otras.

Vaya mi respeto y admiración a las familias de los mismos, destaco su valor y entereza, ya que tuvieron que sortear varios obstáculos, sobrellevando además del dolor, el desprecio de algunos vecinos y la indiferencia de la sociedad misma, que por temor, evitaban acercarse, siendo muchas veces discriminados.

El 19 de junio de 1979 mi padre recupera su libertad (libertad que era vigilada) y en el año 1984, es decir 8 años después de su detención, tras el retorno de la democracia, recupera su trabajo.

Nada, se construye sin memoria y sin justicia.

En el juicio a las Juntas quedó demostrado que a partir del 24 de marzo de 1976, se instrumentó un plan sistemático de imposición del terror y la eliminación física de miles de ciudadanos sometidos a secuestros, torturas, detenciones clandestinas y toda clase de vejámenes.

“Ninguna acción violenta o delictiva justifica el terrorismo de estado”.

No tenemos odio, ni rencor, pero tampoco queremos la impunidad, deseamos JUSTICIA.

Los inspiro a vivir mejor, tal como expresa nuestro gobernador, la palabra UNIDAD, unámonos para que hechos como éstos no se repitan, NUNCA MAS.

Por la agilización de los juicios, la búsqueda de los cuerpos, la condena a los genocidas, restitución de la identidad a los nietos MEMORIA, VERDAD Y JUSTICIA.

Rosi Acosta

24/03/2019