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La inolvidable mesa de las navidades



Por Justo L. Urbieta



Con el paso de los años, regresan al centro de atención de los más caros afectos, las antiguas navidades que disfrutamos los formoseños , ésas que no eran parecidas a la de otros lugares donde el pino nevado era el símbolo de la celebración porque aquí la memoración de la milagrosa Natividad y la de Año Nuevo estaban sintetizadas en el grato encuentro  familiar.
Este tema ya lo abordé pero considero útil para aquellos niños y adolescentes cuya vida transcurrió y transcurre en un tiempo absolutamente distinto.

La mesa de las celebraciones casi siempre, era de madera dura, pesada, de cuatro cinco metros de largo, o dos de tres añadidas, según las posibilidades del dueño o dueña de casa que casi siempre era el o la que presidían el festejo.
Es que se respetaba la edad y eran el abuelo o la abuela quienes  tomaban asiento en la cabecera principal, en una silla tejida o de madera, con almohadones, con la comodidad que se ofrecía al actor central del acontecimiento.

Era lo primero que se ordenaba.Ya sea en el patio de piso de tierra que era convenientemente regado, barrido y hasta desinfectado con “creolina”; en las galerías que protegían a las viviendas de los rigores del sol y de los vientos y en las veredas irregulares,porque eran muy pocas las que estaban consolidadas.En este último caso, se tomaban las previsiones para limpiar las cunetas de modo tal que no despidiesen tanto mal olor, despejándose con machetes,rastrillos y asadas las malezas y desperdicios.

Había quienes colocaban tambores o palmas para integrar la vereda a la calle a la que quitaban un poco de su ancho considerable porque a partir de las 9 a 10 de la noche todo el mundo se recogía en el hogar.

Era un ritual ceremonioso, que implicaba una organización previa de parte de las mujeres que eran las que tomaban la determinación de definir sobre los platos a consumir.Pero tambien la modalidad: o se cocinaba colectivamente o cada cual llevaba un plato predeterminado de la casa.

La mesa tradicional estaba repleta.Casi no había lugares libres ya que se disponían los platos, los vasos,las servilletas que casi siempre tenían el mismo diseño que el mantel- o los manteles añadidos-el pan,las distintas comidas, las jarras de aluminio con agua y las botellas de vino blanco-preferido de las mujeres- o tinto.

EL ENTORNO

Cual era el entorno de la mesa ?Los organizadores buscaban ubicarla debajo de algún árbol de mango,paraíso o lapacho protegían a los comensales con su ramaje florido de alguna garúa o de las cañitas voladoras o balas perdidas, ésas que fueron causales e tantas tragedias.

En la mayoría de las casas el sitio elegido estaba aromado por las flores de malvón,dalia, jazmín, laurel o resedad.No faltaba alguien de buen gusto que ordenaba un jarrón y decoraba el centro de la larga mesa con un ramo de bien seleccionadas flores.
Mi madre, Adelina, tenía como predilectas a las azaleas.Cuando ella nos dejó, increíblemente la planta se secó.


Hasta que llegaba la hora de la comida,aunque algunos menores ya se adelantaban demandándoles a sus padres o complacientes abuelos bocados de sopa paraguaya, empanadas de carne vacuna y de pollo y trozos de chivos, lechones y aves.

Los más grandes eran mas solemnes.Salvo alguno que no podía contener la hambruna y disimuladamente pellizcaba algunos embutidos, quesos y aceitunas que se destinaban a una entrada con algo de cerveza o vermouth Cinzano o Gancia.

EL CLERICÓ

A propósito de bebidas, las mujeres hacían una mezcolanza con vino tinto o con sidra para preparar el infaltable postre: el clericó.

El clericó- palabra simplificada de un vocablo francés-se preparaba en ollas o cacerolas integrando, básicamente,  trozos de melones,duraznos, piña, uva y banana.

La mayoría de los “expertos” no dudaban en la elección del líquido integrador: vino tinto.Además, se volcaba la mezcla en cántaros de barro para que “maceracen” bien y tambien para que conservasen la frescura.

No debe olvidarse que eran tiempos en que la heladera solamente existía en las casas e familia pudientes ya que se trataba de un artículo de lujo.Allí debían apelar a “elevadores de tensión” debido a la precariedad del fluido provisto por la Cooperativa que funcionaba en la esquina de Fotheringham y Santa Fé.

El hielo que se consumía con las bebidas era el de barras que se trozaba y se protegía el resto-alojado en las piletas- con aserrín, para que no se descongelase con facilidad.

Antes de comenzar la celebración gastronómica, los comensales se persignaban frente al infaltable pesebre que algún rincón del ambiente principal de la casa o en el más visible, era adornado con flores de palma y coco que perfumaban el ambiente.

EL PESEBRE

El Niñó, San José ,María, los Reyes Magos y los animales que conformaban la imitación del establo de Belén, estaban poblados de ofrendas que traían los visitantes : frutos de la zona.Entre ellos, melones,sandías ,mangos y hasta granadas que eran abundantes en las calles de la vieja Formosa.

Quien ocupaba el centro de la escena, improvisaba una oración breve aunque solemne de gratitud por la comida y de rogativa,casi siempre por la salud.

Y a partir de ese momento, la calma y la quietud se terminaban.Los mayores se lanzaban para saciar su sed y hambruna y prácticamente no se entendía de qué se hablaba ya que todos los hacían al mismo tiempo.

Para como de males, los “mitaíces”, que no comían muho y solamente aguardaban el postre- con el infaltable pan dulce elaborado en el horno casero,muchos de barro-iniciaban un verdadero “concierto” de sonidos estentóreos.Cañitas voladoras, rompeportones,bocabichos,ametralladoras y fósforos cohetes ponían sordos a los oídos y poblaban el ambiente de humareda y de olor a pólvora.

UNIDAD FORTALECIDA

Eran acontecimientos que fortalecían la unidad familiar.Es cierto que se producían discusiones.Pero siempre aparecían los componedores que se encargaban de calmar a los irascibles y a los temulentos, a los que se llevaba, prolijamente, para que se acostaran en el infaltable catre de loneta.

A la medianoche, sonaba el “pito” de la fábrica de tanino que señalaba las doce de la noche.Se sumaban las campanas de la iglesia,luego convertida en catedral.Y asi como la pirotecnia ganaba los espacios aéreos, los comensales se entregaba en abrazos y besos cariñosos deseándose mutuamente buena salud y mucha suerte.

Esas eran las celebraciones formoseñas de la Navidad y de Año Nuevo.Esa que se prolongaba al mediodia del 25 de diciembre cuando llegaban los que consiguieron despertarse y aquellos que habian estado ausentes para entregarse a disfrutar “ de lo que sobró  de anoche”.

Una fiesta plena de afectos, de respeto y de devoción por un Niño que se encargaba de velar porque los que evocaban su natividad reconociesen en la familia a la única celula capaz de afirmar el amor entre los hombres.Una familia que se consolidaba con ese encuentro que tenía como símbolos genuinos un pesebre y una larga mesa de madera.