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La sociedad del espectáculo

El capitalismo tardío o neo capitalismo, como se prefiera denominar a esta fase histórica, reclama para sí el triunfo del “aparecer” sobre la realización plena del ser, de la persona.

El título hace alusión a un filósofo posmoderno, Guy Debord, que más allá de su filiación política denuncia un mundo donde la historia no está hecha por las propias bases populares sino que viene pre fabricada.

Partiendo de este supuesto podemos analizar los momentos que vive el país, porque se asemeja mucho a la manipulación consentida que se ha instalado en la sociedad, sobre todo si miramos como se asume como un hecho verdadero e irrefutable la falsa “grieta”.

Mucho se asemeja a la novela “1984” escrita por George Orwell, en la cual el partido gobernante demandaba de un complejo sistema de “control de la realidad”.

La ficción que Orwell imaginó y que señalaba como las nuevas formas de manipulación social de regímenes contrarios a los intereses populares se perfeccionaba así sin esconder sus verdaderas intenciones sino que las realizaba con un consenso popular.

Partiendo de estas conceptualizaciones, como el del “doble pensamiento” que el escritor describió, con una neolengua que contenía en sí misma como criterios totalmente válidos valores contrapuestos como verdad/mentira o democracia/antidemocracia, son estudiados hoy en disciplinas como la psicología.

Un aceitado aparato de propaganda nos señala qué debemos entender por realidad creando así mecanismos autoconscientes de asumir el engaño como verdad y apoyar medidas que van en contra de los intereses populares.

“El espectáculo no es un conjunto de imágenes, sino una relación social entre personas mediatizada por imágenes”, afirma en su obra Debord y en otro párrafo añade: “El espectáculo se presenta a la vez como la sociedad misma, como una parte de la sociedad y como instrumento de unificación. En tanto que parte de la sociedad, el espectáculo es expresamente el sector que concentra toda mirada y toda conciencia. Por el hecho mismo de estar separado, este sector es el lugar de la mirada abusada y de la falsa conciencia; la unificación que este sector establece no es otra cosa que un lenguaje oficial de la separación generalizada”.

Uno desde la filosofía posmoderna y otro desde la ficción de la novela, tanto Debord como Orwell nos llevan a correr el velo para ver por qué se sostiene con un alto consenso popular un modelo político económico de ajuste permanente que impacta sobre todas las clases sociales, a excepción de quienes acumulan más riqueza y están en el vértice de la pirámide social.

El aparato de propaganda de los medios hegemónicos tiene su correlato con la “policía del pensamiento” de los troles en las redes sociales, donde cada palabra que se pronuncie en contra de un gobierno con medidas antipopulares es defenestrado.

El macrismo no es una ideología ni un partido. Es la suma de mecanismos de control social y de linchamiento mediático de los líderes populares, como el gobernador Gildo Insfrán, para imponer un modelo de entrega del país a través del endeudamiento y del ajuste de los sectores populares.

Ese control tiene como fin mantener a la sociedad disciplinada e incluso que avale como logros la erradicación de los derechos conquistados por otras generaciones en tantas luchas.

Si tenemos la herramienta para comprender el funcionalismo del ajuste también contamos con la posibilidad de iniciar un proceso de diálogo cara a cara con el pueblo para demostrar qué es lo que nos sucede y por qué le es funcional al actual gobierno nacional mantener una falsa brecha.

Debemos volver a ganar la calle con más militancia, pero sin olvidar que vivimos en una sociedad hiper conectada. Recuperar el gobierno nacional no será fácil, pero es nuestro deber para continuar la revolución inconclusa que establezca la justicia social en la comunidad organizada. Carlos Alberto Roble